La densidad y el equipamiento


¿Cuáles son los límites de densidad que pueden ser aceptados en el programa de construcción de viviendas urbanas? Con más precisión: ¿cuáles son las condiciones que rigen diferentes densidades en diferentes contextos sociales? Respuestas a estas preguntas y a otras más, se presentaron en la conferencia que dio el arquitecto Facundo Baudoin, en el MUSARQ, el miércoles pasado, y en los interesantes comentarios que se originaron en el público. El título de lo que trató Baudoin fue “Sobre la Base del Condensador Social”, tocando el tema de un edificio en el centro de Caracas. De él se desprendieron consideraciones generales, bien sea con relación al tema mismo: en lo esencial, la construcción y el diseño participativo, así como con relación a las implicaciones para
densidades urbanas mucho más altas. La primera constatación, de gran impacto en lo arquitectónico, y sobre todo en lo humano y en lo político, fue hallarnos frente a una realización de excelente calidad de diseño en la cual, así como en la propia construcción, ha sido la comunidad la que ha participado con evidente protagonismo. Constatar con los hechos, las virtudes y cualidades de este procedimiento productivo es, una vez más, coincidir en programas que merecen toda la atención de los colectivos y, por supuesto, de las correspondientes instituciones del Estado. Sin embargo, también quedó claro, a lo largo del debate, que no parece que sea posible abarcar con el método participativo a todo el enorme programa constructivo contenido en la Gran Misión Vivienda Venezuela. La segunda constatación, tal vez muy previsible para quien tenga o haya tenido experiencias en la construcción de viviendas populares, radica en la gran importancia que tiene para los habitantes de esas viviendas, la multiplicidad de los servicios que son una fuente garantizada de comunidad, de solidaridad, de seguridad, educación y cultura.

Baudoin nos recordó, en un corto recorrido histórico, cómo desde las experiencias de finales del siglo XIX y especialmente con las socialistas soviéticas y más tarde con las de Le Corbusier, una generosa presencia de servicios colectivos, juntos a las viviendas, se ha demostrado indispensable. Servicios, equipamiento: para el cuidado de los niños, para las reuniones de manejo y mantenimiento, para el esparcimiento y la cultura, para el lavado y secado de la ropa, para la salud, el abastecimiento y la alimentación. Y para la agricultura urbana, no en última instancia. Todo ello constituye una dimensión “ciudadana” que debe acompañar, en su sentido más acabado, a un auténtico conjunto de viviendas. Por supuesto que no es la simple previsión de espacios físicos para tales equipamientos sociales, lo que asegura la creación y el mantenimiento de un sólido sentido de comunidad y de pertenencia. Es preciso que exista también un firme sentido político en la práctica de la acción comunitaria, que vaya mucho más allá de lo que es más o menos normal en las tristes reuniones de condominio de la propiedad horizontal de clase media.


Carlos Raúl Villanueva, El Silencio, Caracas, 1945

En todo caso, no fue tan solo la repetición de algo conocido y reconocido: lo indispensable de los espacios para los servicios en las nuevas comunidades. Hubo, en el debate, un esbozo de lo que pudiera parecer algo así como una ley: mientras más crecen la densidad y la altura de las edificaciones para viviendas, más atención debe concederse al desarrollo, en términos de espacios articulados, de las funciones comunitarias y necesidad colectivas. Más sintéticamente: mientras más altas las torres, más servicios comunes. A mayor densidad, mayores espacios para éstos.

El asunto no es tan sencillo, como parece a primera vista. Y por razones de enorme peso que se pueden resumir en lo siguiente: el freno que ejerce la combinación de la urgencia para resolver la entrega de un techo para quien carece de él, (principio humanitario y político de importancia dominante), las limitaciones en los recursos y en materiales disponibles, y la escasa disponibilidad de tierra urbanizada. Una combinación agobiante que en parte ha podido justificar las faltas y graves, importantes carencias que se han manifestado a lo largo de una empresa social de extraordinaria magnitud y trascendencia como lo es la Gran Misión Vivienda.

Es de sabios rectificar. Analizar y corregir. Nunca en este país, y tal vez en ningún otro -respetando las respectivas proporciones demográficas- se había planteado un programa tan concluyente y terminante, tan osado, tan cargado de ambiciones progresistas, tan decisivo para el presente y el futuro de los habitantes de nuestras ciudades como la GMVV. Es por ello que todas las reflexiones críticas que puedan hacerse acerca de ello, desde la inteligencia, la objetividad y el pensamiento sereno, resultarán útiles herramientas para su mejor desenvolvimiento.

El MUSARQ ha entendido desde el comienzo de sus actividades, la importancia de contribuir, como museo moderno y por lo tanto como centro de debates y confrontación de ideas, al robustecimiento de éste que está llamado a ser uno de los grandes acontecimientos urbanos de este siglo.


Campamento de Pioneros "Mujeres Vencedoras" N.C.S, Centro de Caracas, 2014


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