Desde Saturno

Retrato de la tierra por Cassini

A  Hoy no vamos a hablar de arquitectura ni de los problemas de las ciudades. Aunque en el fondo sí vamos a hacerlo. Pero dando una vuelta. Una vuelta muy larga, de millones de kilómetros.
Ese puntito azul, abajo, a la derecha, es la tierra, nuestra tierra, vista desde la órbita de Saturno, en una imagen tomada por esa maravilla que es la sonda espacial Cassini.

En un escrito premonitorio, Carl Sagan decía: “Fíjate en ese puntito, ésa es nuestra casa. Ahí estamos nosotros, Allí está todo lo que tu quieres, todo lo que tu sabes, todo lo que tu has escuchado. Es en él que todo ser humano ha vivido su vida”. (Un pálido punto azul: una visión del futuro humano en el espacio. 1977).
 

En la inmensidad de esta extraordinaria imagen, se hacen reales las verdaderas dimensiones de nuestros problemas: pequeños, insignificantes. Es suficiente esta imagen para percibir en un instante la enorme estupidez humana: nuestros problemas son todos de todos, en una estrechez apretada sin misericordia ni escape, que obliga a repetir desde la altura emocional lo que decía Pepe Mujica hace unas semanas: la humanidad está todavía en la prehistoria. Nuestros problemas, nuestras vidas, deberían ser colocados siempre en la mira casi telescópica, astronómica, de soluciones que correspondan a la circunstancia de vivir, todos juntos, siempre, en esa pelotita azul. Es difícil expresar todo lo que suscita esta imagen. Es ternura y es rabia. ¿Otro mundo es posible? ¡Es categóricamente imprescindible!
 
B  Las investigaciones científicas están dando resultados impresionantes. Todas las semanas se descubren nuevos planetas. Pero hay más: De todos los estudios realizados hasta ahora, sólo de una pequeñísima región del espacio interestelar, se deduce, sin falta, que el universo está repleto de planetas. Casi todas las estrellas tienen sistemas planetarios parecidos al nuestro. Miles de millones en esta galaxia, ¡millones de millones en todas las galaxias visibles! Por un simple cálculo estadístico aparece la verdad que estaba marcada desde hace siglos en las suposiciones de los sabios que se atrevían a pensar fuera de normas. En el infinito del espacio hay millones de planetas como este nuestro: en ellos sin duda hay vida, muy probablemente como la nuestra. Hay que insistir para que no queden sospechas o rastros de neo-mística de ciencia ficción: los números no dejan alternativa. Se ha llegado al umbral de redactar de nuevo, en términos científicos, el largo proceso reductivo cosmogónico que desde Galileo, Copérnico, Newton, etc. ha intentado ubicarnos en lo que realmente somos, un simple puñado de humanos, fuera de mitos prepotentes y de creencias piadosas, fuera de toda competición con la eternidad, con el destino,… humanos, simplemente materia humana. Un acontecimiento, éste del descubrimiento de la existencia de millones de planetas como el nuestro, que debería provocar una revolución en las escuelas, debates en las universidades y en la televisión, una confrontación mundial de ideas para disipar trampas y reajustar la perspectiva que nos tenemos de nosotros como humanidad, de nuestra historia y de nuestro futuro. Un inmenso aparato ideológico está a punto de colapsar: pero nadie parece darse cuenta que la revolución cartesiana y copernicana está llegando a su lógica y espléndida conclusión: no estamos solos.
 
C  Ahora podemos terminar de dar la vuelta y regresar a los problemas y a la vida de todos los días: ¿Cuánta dosis de razón y de sensatez antropológica necesitaremos para poner en justa perspectiva la inmediata urgencia de comportarnos como seres inteligentes, y de proceder a discriminar prioridades y discernir conductas que sean alivio y enmienda para ésta única, nuestra, nerudiana residencia en la tierra?

jpp 
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1 Discovery, 22 junio 2013, Foto NASA/JPL-Caltech/Space Science Institute

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