El dedo de Ghery


Frank Gehry responde a crítica durante rueda de prensa realizada en Oviedo, España.

Es posible que el erguido dedo medio de Frank Ghery se convierta con el tiempo en uno de esos símbolos que marcan toda una época. Por supuesto también son posibles varias lecturas del gesto de quién es sin dudas uno de los arquitectos más representativos de la arquitectura globalizada. Una: estaba cansado por el largo viaje hasta Oviedo, donde recibiría el premio del Príncipe de Asturias, y a la pregunta de la ingenua periodista de sí él es el representante de la arquitectura del espectáculo, en lugar de decir, con todo orgullo, que sí, que en efecto lo es, sacó el dedo que pinta la paloma para decir, en cambio, estoy harto de preguntas estúpidas. Otra: Ghery no cree que existe la tal categoría de la arquitectura del espectáculo y por lo tanto la niega y se mofa con su dedo en el aire. Otra más: yo hago lo que me da la gana, que por eso me he pasado la vida inventando vainas. He tenido la suerte de que el mundo justamente estuviera en un momento histórico bien dispuesto a aceptar los productos de mis papeles arrugados. ¿De qué se me critica ahora?. 

Sin embargo, entre la pregunta y la respuesta -que a muchos podrá parecer grosera, pero que también puede verse simplemente como un gesto divertido de humor judío- lo que hay es una maravillosa escena de una pequeña pieza de teatro, digna del ser objeto de estudio para un buen analista de la cultura contemporánea.

Espacio Vuitton


No me fastidien con sus críticas, parece afirmar el célebre arquitecto. Muy bien, señor Ghery, ya sabemos que como ud. dice el 90% de lo que se hace en el mundo es una mierda (shit: en realidad Ghery lo dice de la arquitectura, pero es perfectamente posible afirmarlo con relación a todo) pero ¿está ud. seguro que únicamente lo que ud. hace vale la pena y que está firmemente incluido en el restante 10%? Su última obra, el Espacio Vuitton, en Paris, acaba de reafirmar lo que en el fondo la pobre periodista quería preguntar y lo que el premio Príncipe de Asturias atestigua. Su arquitectura es un maravilloso ejemplo del goce implícito en un buen espectáculo ¿Por qué negarlo? Su gran crisálida-araña de vidrio en medio del parque parisino, es una maravillosa metáfora-resumen de lo que es nuestra civilización occidental. El vacío indecible -cueste lo que cueste, que para eso se ganan millones con el sagrado consumismo-, la Inutilidad Hermosa es para eso: para que disfrutemos del arte, en este caso arte en lenguaje arquitectónico. ¿Podrá alguien en el futuro, dentro de un par de siglos –suponiendo, claro está, que para entonces haya todavía seres humanos dispuestos a discutir de cultura- recordar lo que serían entonces las ruinas del Vuitton como un ejemplo perfecto de lo eran nuestros tiempos? En el siglo XXI envenenamos la atmósfera, acabamos con el equilibrio climático, todavía nos degollamos y nos quemamos vivos con napalm -porque hay intereses superiores, bien sea religiosos o crematísticos que así lo exigen- pero a la vez hemos llegado a traducir la necesidad del goce y el puro disfrute estético en espacios de arquitectura. Que es un poco como hacer un Partenón a la nada, al simple placer de recorrer un espacio indecible1, una escenografía memorable, bajo una gran cubierta de vidrio. ¿Por qué no? Tal vez el dedo de Ghery, como decíamos, sea realmente el símbolo de una cara, la menos reprochable de nuestra era.

Lástima que nosotros no podamos disfrutar de tales placeres. Tenemos todavía que resolver el asunto de los cortes de luz y de las viviendas para los refugiados.
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[1] Que haya también espacios de exposiciones y otras atracciones culturales en nichos exclusivos y enterrados, no quita el atractivo principal: el público recorre los techos-colinas de esos espacios, como en un nuevo Palacio de Cristal, sorprendido con lo complicado de las estructuras y con lo sensacional de la trasparencia de la gran quilla de vidrio. 

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