Entre Copenhague y Caracas



Copenhague y Caracas 


Francis Fukuyama escribió en la última década del siglo pasado un libro que dio mucho que pensar y discutir. Con su “El fin de la Historia” abrió una discusión apasionante: el capitalismo triunfó definitivamente y hemos llegado a la última estación. No hay más que inventar. Sin embargo la historia misma parece que lo contradijo. Pero ahora acaba de abrir otra caja de Pandora del pensamiento político con otro monumento a la erudición y al análisis: Orden político y decadencia política, (Political Order and Political Decay, ed. Farrar, Strauss and Giroux, New York, sept. 2014).

En las páginas del periódico español EL PAIS (24/01/2015), un sofisticado periódico muy conservador pero con disfraz de izquierda, el arquitecto Luis Fernández-Galiano, ampliamente conocido por su gerencia editorial de la revista “Arquitectura Viva”, publica un largo y enjundioso comentario sobre el libro de Fukuyama. Por el criminal desabastecimiento de nuestras librerías (un auténtico genocidio cultural, de incomprensibles autorías) va a ser casi imposible la lectura de ese libro (así como de tantos otros) 1, y es por lo tanto interesante focalizar y resumir de una vez, para facilitar el debate, lo esencial del contenido del mensaje de Fukuyama. Dando por sentado el sentido final del Capitalismo como etapa terminal de la civilización, se elabora la pregunta de por qué y cómo se puede llegar a un desarrollo social como el de la democracia danesa y de cómo, en cambio, la política internacional, pero sobre todo la determinante, la usamericana, amenaza con decaer en un paulatino y confuso proceso de erosión de los principales y básicos principios de la llamada civilización occidental. Además del interés que ofrece el análisis que el autor del “El fin de la Historia” hace de este proceso de desintegración-por lo que implica exponer sus fallas más graves en una perspectiva francamente pesimista- es cautivante el discurso-comentario del arquitecto Fernández-Galiano. Su artículo termina poniéndonos a nosotros también, inesperadamente, sobre la mesa de la autopsia: “El laberinto de senderos que se bifurcan ¿nos lleva a Copenhagen o a Caracas?” Y el periódico ratifica con sus subtítulos: “En España no sabemos si los senderos nos llevan a Copenhague o a Caracas”.

Una explicación: Dinamarca es presentada como la apoteosis suprema del buen gobierno democrático que conlleva prosperidad, estabilidad, seguridad y un bajo índice de corrupción. Con ello Fukuyama nos dibuja un súper-ideal de belleza y de decencia moderna. Copenhague es lo que quisiéramos que fuéramos todos 2. Y Fernández-Galiano, como es natural, aplaude. Pero agrega, de su cosecha: ¿Nosotros hacia donde vamos, Copenhague o Caracas? Y Caracas, para él, y quien sabe para cuántos otros aquí y en el mundo, es el símbolo opuesto, la imagen máxima del caos, de la improvisación y del descalabro irresponsable, es la descripción emblemática del derroche culpable y de la farsa de la demagogia populista. Vargas-Llosas no lo diría de otra manera. Por supuesto, el verdadero temor del arquitecto es que, visto desde la actualidad política española, el partido “Podemos” (de raíces y simpatías caraqueñas) así como el “Syriza” griego, pueda volver a replantear desde abajo, gracias a la ola de una nueva indignación participativa, el juego político en términos radicalmente distintos. Tan demasiado distintos que puedan terminar por zarandear peligrosamente el bote bipartidista de la supuesta estabilidad española, abriendo así perspectivas dinámicas y generosas que se pensaban enterradas definitivamente gracias a la retórica e hipócrita modorra tradicional.

Interesante de verdad. El debate internacional. Copenhague o Caracas. Fukuyama y el arquitecto español. La supuesta disyuntiva política y cultural.

¿Y nosotros qué pensamos de todo eso?

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[1] De paso, es posible conseguirlo en internet.
[2] Pero advierte: Sistema político ideal que “no es sensato reproducir en países como Afganistán, Somalia, Libia o Haití”. ¿Y en Caracas tampoco?

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