Rascacielos


Torre diseñada por  Rafael  Viñoly 

Hoy no es fácil hablar de los hechos de la arquitectura. Esto es, de una actividad que es siempre positiva, para que nuestra residencia en la tierra sea lo más grata posible. Cuando, alrededor, el mundo es lo que es: los africanos desesperados ahogándose por millares, tratando de llegar a las costas de la riqueza y el bienestar, o también un niño asesinando a sus maestros con una ballesta. O aquí, más cerca, las utopías zozobrando en un pantano de peligros. Pero hay que hacerlo.


Hay que seguir hablando de las menudencias de esta actividad siempre saludable. Tal vez porque es también una forma de terapia colectiva, insistir en ver hacia adelante: al fin y al cabo el futuro es una invención humana. Paul Goldberger, crítico e historiador de arquitectura, así lo repite: "construimos porque creemos en el futuro y construimos bien porque creemos en un futuro mejor". Es por ello que no es fácil, pero no imposible, seguir hablando de arquitectura. 

Por ejemplo, los cambios en las tipologías. Recordemos: Tipología: una categoría casi sagrada para los historiadores. Lo que se construye se organiza en diferentes campos, las viviendas, los castillos, las catedrales, los templos, los aeropuertos, las usinas, etc. y se estudia su evolución. Una de estas categorías que ha tenido un crecimiento exponencial en el mundo de la modernidad, es la de los rascacielos. Nacidos como producto integrado de diferentes componentes entre los cuales el desarrollo tecnológico y el costo de la tierra se combinan con las ambiciones de poder y la presión del hacinamiento, el rascacielos, particularmente en su versión norteamericana, ha tenido un papel protagónico extraordinario. Luego del atentado del 11 de septiembre, lo que era el emblema de toda una "way of life", ratificó su inmensa importancia emblemática y a la vez anunció, en la voz de muchos, su defunción: se acabó el rascacielos. Falso. Ha pasado el tiempo y hoy se construyen tantos rascacielos como nunca antes. En Asia, Europa y Norteamérica, crecen por centenares en una absurda competencia por alcanzar la mayor altura posible, como si ello fuera una carrera a la fama y a la inmortalidad. Hay razones, por supuesto, detrás del fenómeno. Y muy materiales. Por ejemplo, en su evolución. Los que se están construyen en este momento en la capital del rascacielos, en Nueva York, compiten ya no por la altura, asunto descontado, sino por lo que se ha llamado la "skinniness", la "flacura, de las torres. Como puede verse de las ilustraciones, se parecen cada vez más a nuevos y delgados lápices erguidos en un mar de colosos apretados entre sí. No es difícil comprender su mecanismo creador: el costo creciente de la tierra ha valorizado las parcelas pequeñas. Junto con la demanda alocada de apartamentos de lujo, lógicamente la respuesta consiste en torres estiradas y delgadas hasta la caricatura. Un apartamento por piso y centenares de millones de dólares de valor de venta. Demanda y respuesta. Una imagen perfecta de cómo funcionan los mecanismos del mercado inmobiliario. El profesor Pevsner, tan adicto a la categoría de la tipología, hallaría aquí un excelente material de estudio.

Entre todas las nuevas torres, la mejor, desde el análisis de su diseño, por su contundente claridad formal, el rascacielos cuyo autor, vaya casualidad, es el arquitecto uruguayo, Rafael Viñoly.(identificado como 432 del gráfico siguiente).

Carrera a la cima
Una vez terminados, los súper rascacielos transformarán el "midtown" de Manhattan.



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