Saber profesional y programas políticos

Pero a pesar de todas las dificultades se hacen también cosas excelentes.
G M V V, Calle Maury, Catia, Caracas.



En este blog hemos sido muy críticos con relación a los logros de la Gran Misión Vivienda Venezuela. Hoy pensamos también que es oportuno detenernos un momento y reflexionar acerca de algunos componentes funcionales que integran una experiencia tan importante como ésta.
 ¿Es justo culpar únicamente a los profesionales de la arquitectura venezolana por los errores, las faltas, las mediocridades que abundan en la Gran Misión Vivienda? Pues bien, quienes así lo hacen omiten por completo del análisis dos aspectos claves. El primero: el régimen de apremio en el cual se desarrolla el trabajo. Un apuro, un apremio, una urgencia política, que deriva del atraso histórico de la colosal deuda del Estado con las penurias habitacionales en que ha vivido por lo menos la mitad de la población venezolana. Con los miles de millones de dólares productos de la renta petrolera, la clase dominante, nuestra oligarquía parasitaria, en cien años no se había preocupado suficientemente por resolver el problema de la vivienda. El Banco Obrero, los superbloques, las urbanizaciones obreras de la cuarta república, no han sido sino tentativas, bien intencionadas pero limitadas, para reducir el déficit. Sus causas, por supuesto, quedaron sin tocar. La decisión trascendental, la decisión original, que apareció en su momento, ha sido -¿quién puede negarlo?- la de Chávez: un techo para cada familia venezolana. 

A partir de esa decisión, el reto por cumplirla, convertido en responsabilidad humanitaria, se transformó en el apremio supremo, en la dictadura del cumplimiento. ¿Pero, en cuáles condiciones? ¿Dentro de qué contexto? 

Siempre se destaca el desarrollo singular que ha tenido el país en el siglo XX. Autopistas, servicios, crecimiento urbano, arquitectura moderna, hoteles y, desde luego, Ciudad Universitaria. Pero lo cierto es que, en la realidad objetiva, hemos seguido siendo lo que la historia socio-política y la economía nos marcó: un país subdesarrollado, con abismales desigualdades sociales, sin suficiente educación, con deformaciones estructurales gigantescas, de espaldas al trabajo productivo, pero, eso sí, con ínfulas de modernidad. 

¿De esta realidad, se hubiera podido esperar, se puede esperar, otra cosa distinta, mejor acabada, bien estudiada y bien diseñada, con todos los análisis sociológico previos necesarios, con toda la planificación con todos los proyectos paralelos alternativos y experimentales, con las pausas requeridas de recapacitación y examen, con los elementos, en suma, que serían de esperar y de normal aplicación en un contexto, sueco, danés o inglés? 

¡En cambio, lo que se encontraron, nuestros profesionales, fue con un mar de incompetencia y dificultades, con un océano de corrupción, con una seria escasez de materiales e insumos, con una gigantesca ineficacia y una mediocridad de juicio, un desconocimiento tecnológico generalizado y una mano obra profundamente afectada por la inercia de un sindicalismo deformado! 

Lo único que podía remediar esta situación ha sido la improvisación, lo aprovechable del talento individual y el honesto sentido de responsabilidad que todavía demuestran muchos arquitectos y técnicos en la batalla diaria de cumplir con lo prometido. 

En la perspectiva realista de este contexto, es donde hay que colocar el reclamo de más calidad, más imaginación, mejores resultados. Y no desde la confrontación abstracta con la modernidad y los éxitos del pasado, o con los logros internacionales de las sociedades altamente industrializadas con dos o tres siglos de experiencias. (Es en este contexto que se entiende perfectamente la exclamación de un ministro, en uno de los debates que se llevaron a cabo en el MUSARQ, “!! pero lo hicimos!!) 

Solo así, tras haber reconocido la cara amarga del subdesarrollo capitalista, tendremos el derecho de reclamar más calidad o de exigir que se equilibren y se combinen las motivaciones políticas con los conocimientos y las experiencias profesionales al más alto nivel.

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