Nuevas diferencias

Freddy Mamani, El Alto, Bolivia
Quienes escriben historia del arte, cuando lo hacen no dejan de relacionar las evoluciones de las específicas categorías artísticas que están trabajando, con el estado de la sociedad correspondiente y a ellas contemporáneas. Con ello, por supuesto, no se pretende que es deseable establecer una necesaria relación mecánica o de estricta dependencia entre ambiente cultural, político, tecnológico o económico y producción artística. Suponerlo así seria ingenuo y hasta primitivo en el sentido ideológico. Pero no hay dudas de que el análisis de las obras que producen los hombres, siempre ha ayudado a abrir la comprensión de las aspiraciones, y de los grandes problemas y conflictos por los cuales ellos atraviesan.

La relación, por ejemplo, entre el mundo medieval y la arquitectura románica o gótica es transparente. Así ocurre de igual manera con todos los períodos históricos y sus correspondientes “estilos”. Cuando aparece y se afirma la arquitectura moderna en Occidente, es evidentísima su correlación con el desarrollo de la industrialización moderna capitalista.


La célebre fotografía de la unidad de vivienda diseñada por Corbusier para la exposición de Stuttgart, con el hermoso vehículo y la señorita a la moda, en primer plano, relata con gran eficacia esa profunda relación.


Es por ello que cabe preguntarse qué puede deducirse, como resultado del análisis de contexto, de algunas informaciones que circulan en la prensa-tv globalizada. Tomemos dos casos que ilustran muy bien el sentido de la pregunta. 

El boliviano Freddy Mamani construye prolijamente (hasta ahora más de sesenta proyectos) en la ciudad de El Alto (la más alta del mundo) una arquitectura que parece competir por el record mundial del kitsch. Sus obras externa e internamente se recubren de una decoración abigarrada sin parangón con ninguna otra obra realizada hasta ahora en el mundo. Una suerte de obsesivo delirio decorativo impone una atmósfera con sorprendentes relaciones formales, a pesar de que se habla, en las informaciones, de recuerdos aimara o indígenas, en todo caso entreveradas con referencias a las más cursis imágenes de las películas de “transformers” o de la retórica comercial, todo ello subrayado con unas insensatas combinaciones de color. Pero la original realización material parece impecable, y el éxito público también parece asegurado. 

Otro caso. Esta vez en el otro lado opuesto del mundo. En Harbin, la más grande ciudad norteña de China, en el Teatro de la Ópera, recién completado, el grupo de arquitectos chinos que se asume con el nombre (singularmente metafórico) de MAD, ha realizado una de las hazañas formales más llamativas de los últimos tiempos y de los últimos delirios, típicos del genero formal a que ya nos tenían acostumbrados los “stars-architects”, más o menos globalizados. Las fotos describen eficazmente el gigantesco interior modelado en madera pulida, que debe hacer sentirse a los espectadores como si estuvieran anidados, cuales pequeños seres liliputienses, dentro en un colosal mueble de Gaudí. En lo externo la melcocha de los volúmenes sinuosos parecen, según comentarios, “como esculpidos por el agua y por el viento”. 

Pues bien: “coherente” y minucioso desvarío decorativo en el altiplano andino. “Coherente” y frenético arrebato escultórico en el helado norte de la China. ¿A qué se refiere todo esto? ¿Qué sociedades y cuáles culturas son capaces, hoy, de gastarse considerables cantidades de dinero y de recursos, en tales hazañas estrafalarias? ¿Por qué lo hacen? ¿Qué caras tienen, desde la inconmensurable distancia entre estas dos expresiones, los hombres y las mujeres que, en los diferentes niveles de responsabilidad, desean, financian, usan y disfrutan tales arquitecturas? 
F. Ll. Wright, Alvar Aalto, Le Corbusier, Walter Gropius, Louis Khan, desde el posible elíseo de los arquitectos, deben estar haciéndose las mismas preguntas.

 Freddy Mamani, El Alto, Bolivia
Freddy Mamani, El Alto, Bolivia
MAD, Teatro de la Opera, Harbin, China


MAD, Teatro de la Opera, Harbin, China


MAD, Teatro de la Opera, Harbin, China


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