También hay arquitectos que dan nauseas


La city de Londres











La muy polémica Zaha Hadid ya falleció. Pero su enorme “taller, oficina, empresa de arquitectura”, continúa ejerciendo con su nombre. Un arquitecto, Patrik Schumaker, es ahora el jefe responsable de su destino y su figura es la más notoria. En una reciente conferencia pública, en Berlín, en el marco del World Architecture Festival, dio su autorizada opinión acerca de cómo debería proceder la arquitectura en su diálogo con la ciudad, en atención a los graves problemas que atañen al desarrollo de la urbanización globalizada. 

No hubiera podido ser más claro, más definidas sus ideas y más precisas sus recomendaciones. Su muy aplaudida intervención en el Festival resultó ser una maravillosa síntesis de los peores y aborrecibles criterios reaccionarios aplicados al hecho urbano. Hacía mucho tiempo que no se reunían y se explicaban con tanta transparencia y eficacia didáctica. Veámoslos rápidamente. He aquí las recetas del colega Schumaker, que van a salvar del caos (y de los pobres y de los refugiados) a la ciudad de Londres y a todas las que quieran seguir su ejemplo.

1. Eliminar toda la normativa restrictiva relativa al uso del suelo urbano.

2. Eliminar todas las medidas de protección del ambiente.

3. Abolir toda norma relacionada con “standard” en el diseño de viviendas.

4. Eliminar las cuotas relativas a la construcción viviendas de interés social.

5. Eliminar controles o regulaciones de los alquileres.

y, para culminar, lo más elocuente porque toca lo esencial,

6. Privatizar todas las calles, plazas, espacios públicos, parques y posiblemente distritos urbanos completos. 

No es un chiste. Es en serio. Con toda la seriedad de quien se cree dueño del mundo. Como se observa, para el amigo Patrik, el omnipotente mercado inmobiliario decide todo. Confiando ciegamente en él se solucionan todos los problemas. Al mejor estilo Thacher, que impere la desregulación total, para que la “libre iniciativa” tenga campo libre para los intereses del capital. El Estado desaparece y el caos “natural” por sí solo corrige el desarreglo social. En su conferencia llegó también a afirmar, cínicamente, que es un absurdo (en sus palabras: “sería una tragedia”) pensar que se puedan ubicar viviendas de interés social -para las cuales confesó no tener el menor interés, puesto que lo suyo son las viviendas de 10 millones de dólares para arriba- en el centro de las ciudades, donde los ciudadanos de verdad-verdad, tienen el derecho a hacer sus negocios en las mejores condiciones. El razonamiento tiene una lógica de bronce: puesto que es con nuestro dinero que se mantienen y subsidian a los pobres, si ellos quieren que se les siga subsidiando que no se atrevan a invadir nuestras sectores urbanos, elitescos y exclusivos, donde nos merecemos el mejor de los hábitat. Es evidente, para quien quiera escuchar sus palabras [1], que el arquitecto Schumaker tuvo la oportunidad de expresar el pensamiento más negativo y más repugnante de lo que la derecha política ha podido argumentar, hasta ahora, con relación al problema de la ciudad. Y lo ha hecho llevándolo hasta un nivel increíble… pocas veces se había podido ver tan claramente expuesta el alma de la reacción, el núcleo duro de la derecha retrógrada, como idea y como pragmática, y tan directamente traducida al campo de la arquitectura y del urbanismo.

En verdad ¡qué documento tan extraordinario, éste que nos ofrece Patrik Schumaker, digno heredero del pensamiento Zaha Hadid! ¡Cómo resume lo que se concentra en el avance arrollador de las ideas de la derecha internacional en el mundo contemporáneo! Si se analiza lo que sostiene Schumaker, no hay que dejar de observar también el contexto en que se ubica, las ciudades de Londres y Berlín: el propio centro del capitalismo postmoderno. Allí es donde se expresa cumplidamente la decadencia de lo que seguimos calificando como Occidente. Mortalmente enfermo, perverso, egoísta, el triste panorama internacional así lo demuestra. ¡Y la ingenuidad de quien, aquí, quisiera imitarlo con sus recetas indecentes! ¡Cuán enorme es la distancia cultural y material entre ellos y nosotros! Por supuesto, no porque nosotros seamos mejores, o porque poseamos parámetros morales más sanos. Sino porque aquí todavía -a pesar de todo, de todas nuestras penurias subdesarrolladas y periféricas- por un milagro de la historia, podemos siquiera tratar de imaginarnos un mundo mejor. 

El público escuchó y aplaudió. Pueden decirse satisfechos: ya tienen al arquitecto, a la arquitectura y al urbanismo mejor adaptados a los preceptos del señor Trump. 

El arquitecto Schumaker… feliz en su jaula de oro, muy satisfecho con lo que hace y convencido de lo que dice. 

Realmente da miedo o nauseas. 

Y vergüenza.


[1] Pueden verlo y escucharlo en www.dezeen.com, 18 noviembre 2016



Zaha y Patrik

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