21. DERECHO A LA CIUDAD, PERO… ¿A CUÁL Y CÓMO?

 



Alejandro López Arocha

Es indispensable precisar términos y conceptos. Darles contenidos claros y contundentes. Más aun cuando se trata de frases empalagosas tomadas de viejos postulados de otras latitudes y de otros contextos tan distintos, casi opuestos, a nuestra cultura y cosmovisión.
 
Suena bien eso del derecho a la ciudad. Realmente es un hermoso sueño, objetivo o deseo. Es justo, equitativo, se busca para todos. Perfecto.
 
Pero, ¿cuál es su significado e implicaciones dentro de nuestras realidades? Porque la ciudad actual (y desde hace tiempo) tiene dos caras antagónicas.
 
Una, la que sufre un arrasador proceso de demolición de hermosas y funcionales urbanizaciones y arquitecturas, a escala humana y con sentido de vecindad, que reflejan y son memoria de la historia de lo que fuimos y somos. Sustituyéndolas por frívolas y opulentas cajas de vidrio para centros corporativos, comerciales y financieros, que calca y reproduce individualismo, mercantilismo y banalidad de otras sociedades. Siendo vanguardia de esto los municipios Chacao, Baruta y El Hatillo, pero hay metástasis en donde uno menos lo piensa.
 
La otra, desde barriadas y restos de zonas en deterioro (acechadas por el “inmobiliarismo”) donde los poco recordados y desplazados de ayer y siempre, con sus alegrías, esperanzas y aspiraciones, viven al día, bajo precariedades y limitaciones, pero impulsando y auto gestionando respuestas propias y del Estado, para resolver o paliar sus condiciones esenciales de vida y sostenimiento.
 
Lo anterior refleja nuestra ciudad. Una disputa, entre el tractor implacable de memoria urbana (origen y pasado), manejado por especuladores de la tierra y de las densidades de construcción sobre las cenizas de nuestra cultura patrimonial, y una sonriente y fantástica fuerza genuina resistiendo el embate y construyendo entre solidaridades y amores otra ciudad con aroma y sabor de pueblo.
 
Por lo tanto, el derecho a la ciudad empieza por decidir cuál es la que deseamos. Hay que definirla, esbozarla y echar las bases para su construcción, realización y logro. Ese es el gran desafío del momento. Lo cual requiere en los tiempos que corren, darle un enfoque prioritario e inmediato al tema de la organización, desarrollo y gestión de las ciudades, pueblos y caseríos del país.
 
¿Podría ser una Gran Misión Ciudad? Sería interesante, algo de ese calibre es indispensable para que se materialice en la práctica y con eficacia y eficiencia un rescate y preservación de nuestro patrimonio urbano en agonía angustiante y al mismo tiempo comenzar un renacer transformador de los “diferentes pueblos” que conforman las ciudades venezolanas. Ojalá.

 

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