Recorrido al Nuevo Circo de Caracas y San Agustín del Norte

Texto escrito por Sebastián Bauza, joven estudiante de arquitectura de la FAU UCV, quien nos acompañó en el recorrido al Nuevo Circo de Caracas y San Agustín del Norte organizado por el MUSARQ el pasado Sábado 07  de septiembre de 2024.



Un toro sangrando al ritmo de un pasodoble no es una imagen que evoque de alguna manera a Caracas, al menos no una del Siglo XXI. La Caracas de ahorita (2024) es un mazacote de trazados hijos de urbanizadores de pelo perfectamente pegado al cuero cabelludo que no supieron ponerse de acuerdo ni con la retícula española ni entre ellos mismos. Un choque de geometrías que nada querían saber de algún damero, solo de curvas y bulevares porque así lo hacían los franceses, los ingleses y todo aquel gentilicio que nada tuviera que ver con el venezolano y su herencia… Un mazacote con una rociada de fachadas de vidrio y uno que otro acierto de brutalismo supuestamente enamorado del trópico. Una ciudad afanada en demostrar que no solo sabe hacer edificios chiquitos y que sí piensa en el carro.
Sin embargo, antes de este desastre, muy pegado al Río Guaire para eso de los 1930, una concentración de manzanas que evocaban la retícula española aparecería al este de Santa Rosalía y al sur de La Candelaria: San Agustín. El Guaire limitaría sus partes norte y sur y estas desarrollarían arquitecturas distintas en base a las clases sociales para las que fueron proyectadas: En el Conde no faltaría la opulencia eventualmente tragada por Parque Central y en el Sur los modestos pasajes eventualmente serían la entrada a la toma autoconstruida de la montaña. Desde una década antes, la zona poseía un carácter cultural y de entretenimiento gracias al Nuevo Circo de Chataing; la sangre de los toros sería impulso fértil para cines y bares que dialogarían con la arena taurina al recibir a aquellos que quisieran continuar o anteceder la emoción de una salida sabatina. La arena, cuando no servía de matadero, albergaba conciertos y eventos deportivos, y así como se chorreaba lo entretenido del recinto, también la ornamentación ecléctica fue a parar en los portales, cornisas y otros perolitos de las casas sanagustinas. No es raro ver una que otra gárgola que vomite la lluvia de los techos, alguna luneta con vitrales sucios o una crestería encalvecida actualmente.

Si se recorre San Agustín, al menos en su parte norte, no pasará mucho tiempo hasta que se hagan evidentes los estragos del tiempo, el empobrecimiento y la obsolescencia de ciertas tipologías arquitectónicas y urbanísticas, así como también las carencias referentes a la conservación del patrimonio caraqueño tanto por parte de los caraqueños mismos, así como también por parte del Estado. El San Agustín transfigurado de la actualidad, aislado por la autopista y con sus casas mutiladas, parasitadas por nuevos pisos o simplemente abandonadas, abre interrogantes para la Arquitectura:

-¿Cómo respetar el patrimonio y su escala urbana sin propiciar el hacinamiento?
-¿Hay que salvar todas las casas patio de herencia republicana o se pueden sacrificar algunas cuantas para un crecimiento digno de la arquitectura residencial?
-¿Vale la pena mantener lo obsoleto solo por nostalgia?¿Puede evolucionar?

Socialmente ha habido una revalorización de algunas de las tradiciones y sitios de interés social de San Agustín, sin embargo, la salsa y los pasajes pintados con grafitis coloridos en su parte Sur no nos debe distraer del hacinamiento, la hostilidad y la decadencia social que vienen ligadas a un modelo urbano-arquitectónico agonizante. Una ciudad gangrenada no se cura con salsa y circo, ni con declaratorias patrimoniales para la inacción ni con bares turísticos o la popularización en redes sociales de un turismo de humildad para aquellos desconectados de las realidades del país que ven la decadencia cotidiana como algo exótico y como simple etiqueta de nostalgias ajenas comprables y recorribles. 

No sabemos la respuesta concreta a las preguntas que exudan los parapetos de las casas, solo sabemos que ella yace entre el adefesio agonizante de Parque Central y las casas irrespetadas convertidas en talleres mecánicos y estacionamientos que abundan en toda Caracas que se burlan de su urbanismo obsoleto y sus promesas. 



    Fotografía de Victoria Gómez @vick_gzm


Espacio donde los toros eran encerrados.

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