El subdesarrollo y los países en "vía de desarrollo"

por Juan Pedro Posani

Nuestra vida social está condicionada por palabras, conceptos, ideas fácilmente transferidas a ideologías, convertidas luego en lugares comunes. Así, por ejemplo, lo del desarrollo. Se asume que el desarrollo es el que han logrado en el plano tecnológico los países industrializados. Y a éste se idealiza hasta el punto de convertirlo en lo máximo deseable para todos, meta a alcanzar cueste lo que cueste.

Se cancela todo lo demás, (casi nada): el proceso previo de varios siglos de explotación brutal del pueblo, en lo doméstico, y de las colonias en lo externo, avasallante y esclavizante; proceso que les ha sido indispensable, no lo olvidemos, para ellos alcanzar el nivel actual. Una cadena histórica marcada por los ritmos diferentes de evolución, región por región, por condiciones productivas y geoculturales diferentes, dominada por la violencia del más fuerte sobre el más vulnerable. Una acumulación gigantesca y complicada que ha llevado a las cimas de la ciencia y de la tecnología actuales del llamado primer mundo.

Cuando se habla de desarrollo como meta deseable, no se mencionan sus correlatos: la corrupción de la ética colectiva, las graves injusticias sociales, las guerras criminales como instrumentos para dirimir conflictos, el daño inmenso al planeta y a su atmósfera, el saqueo de los recursos naturales no renovables. Parece que no importa la otra cara de la moneda: la hambruna africana que mata a miles de niños todos los días, paralela a los 50.000 dólares mensuales que pagaba el señor Strauss-Khan, tan socialista él y tan degradado, por el alquiler de su apartamento en Manhattan. Dos caras de la misma moneda, de ese mismo desarrollo al que se supone que nosotros, hijos del subdesarrollo, debemos aspirar.

Mentira. Mentira es la que nos tragamos voluntariamente o la que nos obligan a tragar con los medios sutiles de los recursos de la publicidad y de la información deformada y manipulada. Mentira engañosa la del desarrollo actual de los países industrializados, como meta total y global a perseguir. 

Mucho más si colocamos el asunto en el contexto histórico de la evolución humana. Nos hallamos de frente (y de bruces) al gran cambio energético. Un salto enorme nos espera en la esquina: pasar de la quema de los hidrocarburos a otras fuentes de energías no contaminantes y razonablemente renovables. Del derroche de la gasolina y del paisaje total de los plásticos, a la teoría y la práctica del decrecimiento, al hidrógeno y demás energías limpias, a la democracia de las autonomías locales. Tenemos que entender que los países industrializados van a tener que revisar a fondo (y será una revisión obligatoria y dolorosa) su forma de entender y practicar el crecimiento. Su famoso desarrollo ya comienza a ser una imposibilidad. Muchas angustias y padecimientos les costará pasar de la absurda afluencia actual a la racionalidad de la convivencia emancipada.

(1) Arthur e Yvonne Boyd Centro de Arte, Riversdale, 1999, Riversdale, Australia. Glenn Murcutt.
Y he aquí una sorpresa: nosotros, los subdesarrollados, los que vivimos en la penuria, desesperados para ver como accedemos al milagro del desarrollo primer-mundial, tendremos -tenemos ya- mejores condiciones para reformular nuestra vida social, para producir más y mejor, para evitar los errores ingentes en que ha incurrido el primer mundo. Nuestro atraso, ¡maravillas de las contradicciones! nos permitirá cortar por la tangente sin repetir fracasos abismales y encontronazos enfermizos con la realidad. Además nuestro trópico con su condiciones excepcionales nos permitirá, si seremos capaces de entender su estructura geobiológica tan particular, acceder con más facilidad a un nuevo tipo de sociedad no consumista ni obsesionada con el crecimiento económico, a nuevas formas de comunicación y de producción, en definitiva a una nueva manera de relacionarnos con la naturaleza. 

(2) Masdar City, 2007, Abu Dhabi, Emiratos Árabes. Foster + Partners.

Todo ello, a partir de nuestras particularidades específicas, debería permitir guiarnos también hacia una forma diferente, más sana y más justa, de organizar nuestras ciudades. Y por ende también nuestra arquitectura.

Para ésta es preciso una forma distinta de enseñarla, de hacerla corresponder fraternalmente con las necesidades sociales, de entender la poesía y la inteligencia de asumir el reto de crear colectivamente espacios en armonía con la naturaleza y en sintonía con los deseos más elementales pero también más profundos del alma humana.

(3) Casa Bawa, Bagatelle Road, Colomba, Sri Lanka, 1958 - 1998. Geoffrey Bawa.

El desarrollo del primer mundo no es tal. Porque va acompañado inevitablemente de daños colaterales gigantescos, de escorias acumulativas, de catástrofes ecológicas, de residuos egoístas infernales y de una pavorosa deshumanización irracional. 

El inminente fracaso del desarrollo de los países industrializados y de sus correspondientes modelos de desarrollo social y político, puede y debe abrirnos una ventana de oportunidades a quienes desde la periferia hemos estado asistiendo a la debacle sin comprender que la ilusión de alcanzar el nivel del primer mundo, es eso, simplemente una ilusión que debemos reorientar lo más rápidamente posible hacia la construcción autónoma de un mundo mejor.

(4) Bridge School, 2008, Xiashi, China. Li Xiaodong.
Desde acá, tenemos la posibilidad de hacerlo. Poniéndonos a trabajar.


(1) Tomada de: http://www.archiplanet.org Fecha: 02-09-2011 - 02:30 p.m.. 
(2) Tomada de: http://www.fosterandpartners.com/ Fecha: 02-09-2011 - 04:15 p.m. 
(3) Tomada de: http://www.urbipedia.org/index.php/Casa_Bawa Fecha: 02-09-2011 - 05:40 p.m.
(4) Tomada de: http://www.akdn.org/architecture/project.asp Fecha: 02-09-2011 - 03:50 p.m. 

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