Objetos hermosos

“La locura posmoderna y regresar a la razón, con otros ojos y nuevas experiencias.”

(1) Museo Soumaya, 2005-2006, Ciudad de México, México. Fernando Romero.
por Juan Pedro Posani

Sigamos con el razonamiento que, en este blog, se ha estado desarrollando durante las últimas semanas. Repitamos una vez más que toda sociedad tiene la arquitectura que se merece. Insistamos en que la crisis globalizadora, con una notable coherencia, está poniendo en crisis también el modelo de arquitectura y de ciudad que había prevalecido en las últimas décadas de siglo XX y a comienzos del XXI en los países industrializados. Estamos asistiendo a una involución extremadamente interesante que, hay que lamentarlo, es más el resultado de las restricciones económicas que impone el capital, que de una reflexión sana e inteligente sobre las condiciones de la vida humana en el planeta.

Para entender mejor la situación, examinemos en primer lugar el sentido, significado y proyección histórica de eso que acabamos de denominar el modelo de arquitectura y de ciudad expresado por la abundancia desbordada de la imaginación y los deseos de poder, acompañada por la disponibilidad irrestricta de tecnología refinada y especializada, y del compromiso funcional de los técnicos e ingenieros para resolver toda clase de problemas constructivos, aún los más alocados e incongruentes.

(2) Torres Walter (Proyecto), 2008, Praga, República Checa. Bjarke Ingels Group.

Por un lado los arquitectos, imaginando imágenes extraídas del mundo de la fantasía. Por el otro el conocimiento y la sabiduría de los ingenieros, dedicados a hacer posible en la realidad concreta los fantasmas producidos por los arquitectos. En el fondo y detrás de esta operación históricamente novedosa, por lo menos en los términos excepcionales en que se ha realizado, los agentes del gran capital internacional y de la política por él expresada, satisfechos con el resultado: el gran espectáculo de lujo, poder y confort, servido en los escenarios de las grandes capitales de Occidente, de los nuevos países que quieren incorporarse a este mismo mito y hasta en las lastimeras imitaciones de la periferia.

Este modelo se ha caracterizado por atribuir a los arquitectos posibilidades de creación como nunca antes había ocurrido. Los límites están en el talento y en el perfil personal. La nueva categoría de los pertenecientes al star-system ha producido una competencia desesperada en los arquitectos, una lucha sorda y disimulada, pero muy real, para alcanzar el nivel superior y ser admitidos en él. Esplendor fugaz, brillo artificial, acrobacias imposibles: el espectáculo no ha dejado de ser efectivo. La humanidad urbana ha asistido, boquiabierta, a lo que han sido capaces de imaginar los arquitectos del sistema. Y en el proceso histórico la arquitectura ha sufrido un cambio verdaderamente excepcional.

Siendo la meta a perseguir el espectáculo y el asombro que de él procede, la arquitectura abandona su forma tradicional de concepción y realización, para convertirse rápidamente en un objeto abstracto, sin escala ni contexto, ausente de consideraciones constructivas (que únicamente servirían para oponer obstáculos al libre vuelo de la fantasía) o de adecuaciones funcionales. Ni hablar de respeto por el ambiente, ni de atención a la ecología o a relaciones programáticas con las estructuras sociales más necesitadas de redención y emancipación. La eliminación de toda rémora moral, y la absoluta dedicación a servir a los dueños del mundo rico y opulento, ha sido hasta ahora la regla.

(3) Ayuntamiento de Säynätsalo, 1951, Noormarhhu, Finlandia. Alvar Aalto.

Por primera vez la arquitectura se transformó en la creación personalizada de objetos hermosos, con el atractivo de la novedad, de la sorpresa, del desconcierto. Confusión, admiración, deslumbramiento, maravilla… no caben en el vocabulario todos los efectos que han pretendido producir los prodigios inducidos por el mercado de la arquitectura del mundo opulento. Han desaparecido conceptos y métodos de trabajo fundados en la funcionalidad respetuosa, en la responsabilidad social, en las realidades de los costos y del ahorro, en la lógica de las estructuras y en la responsabilidad constructiva. Lo único que vale es el objeto final. No importa cómo llegar a él. Nadie preguntará. Todo un ejército de técnicos e ingenieros se devanara los sesos hasta lograrlo. Todo este procedimiento de diseño, esta metodología postmoderna, costaba y cuesta una fortuna. Tampoco importaba o importa. Los símbolos de poder alcanzados (económico, político, y cultural) lo justifican. Los bancos no reclaman facturas.


(4) Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV, 1957, Caracas, Venezuela.
Carlos Raúl Villanueva.

En la gran fiesta posmodernista, todo valía. Junto con la justa, gran reclamación de libertad y creación que siguió a la caída del muro de Berlín, se coló una avalancha de basura ideológica que inundó todos los rincones del pensamiento. La arquitectura y la concepción de la ciudad no pudieron salvarse. Todo lo contrario, arquitectos y técnicos, intelectuales orgánicos del capital, asumieron con ciego entusiasmo el papel que se les asignaba en el escenario del carnaval posmo.

Pero hoy ya se está anunciando que se acabó la fiesta. Negros nubarrones de peligros y traumas han aparecido. Otra vez, tímidamente pero con voces crecientes, se está reclamando el reingreso a la dura realidad de un mundo disparejo, injusto, amenazado por penurias sin fin e inundado por tremendos dramas sociales. Arquitectura y concepciones urbanas, tendrán que regresar también a la serenidad de la inteligencia y a la de una generosa solidaridad humana.


(1) Tomada de: http://www.plataformaarquitectura.cl/ Fecha: 17-09-2011 - 03:40 p.m.
(2) Tomada de: http://www.big.dk/projects/w/ Fecha: 17-09-2011 - 04:00 p.m.
(3) Tomada de: http://www.google.co.ve/ Fecha: 17-09-2011 - 05:00 p.m.
(4) Tomada de: www.fau.ucv.ve/ Fecha: 17-09-2011 - 04:40 p.m.

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