El peligro de pensar solo lo inmediato

(1) GMVV, Conjunto en Catia. FUNDACARACAS. 2012.

por Juan Pedro Posani

La visión del mundo, podríamos llamarla la conciencia que uno tiene del mundo, el estado de comprensión de lo que uno es dentro del universo, es un estado de conciencia cuyo desarrollo y expansión han sido una característica absolutamente específica del género humano. De la magia a Einstein… Del horizonte cercano de la tundra o de la sabana prehistóricas, a la flecha del tiempo que nos descubre la cantidad inagotable de millones de planetas en lo infinito del cosmos. La larga marcha hacia la civilización emprendida por los humanos hace millones de años nos ha conducido a vernos cada vez más como parte de un todo, enmarcados en eventos cuyo ámbito se ha ampliado e inflado de manera vertiginosa.

Quien dedique algún tiempo a reflexionar sobre la asombrosa expansión que el conocimiento científico ha adquirido de la naturaleza y de las dimensiones del cosmos, así como, en sentido contrario, de la naturaleza y peculiaridades del microcosmos, no tardará en sentirse como una pequeñísima, insignificante entidad, colocada en vilo entre lo inmensamente grande y lo inmensamente pequeño. La historia de la conciencia humana remite precisamente a un recorrido gradual que desde lo inmanente y circunstancial de la supervivencia, en tanto preocupación dominante e interés absoluto, nos ha llevado a entender como nuestras funciones de vivir y reproducirnos se enmarcan en un fenómeno gigantesco que va desde el Big Bang hasta el futuro pasmoso de la muerte de las estrellas.

De la nada a la totalidad, la conciencia humana parece obligarnos a no perder de vista las relaciones de uno con la totalidad. Entre el no hacerlo o hacerlo con convencimiento, se mide el grado de “hominización” en el sentido con el cual lo usaba el padre Teilhard de Chardi -condenado oportunamente por la burocrática y muy romana iglesia católica-. A quien se ahoga únicamente en lo inmediato, hay que respetarlo y acompañarlo, entendiendo la dureza condicionante de su realidad. Sin embargo también es preciso reconocerle que no pasa de una escasa evolución su circunstancia humana. Lo dramático de ello es precisamente que millones de seres humanos han tenido que vivir y viven en la obscuridad de lo inmediato, sin la liberación moral e intelectual de una visión totalizadora, omniabarcante, que les permita con la imaginación reducir las proporciones de sus ambiciones, esperanzas y conflictos a lo inmensamente minúsculo de su realidad.

(2) GMVV, Conjunto en Catia. FUNDACARACAS. 2012.

Es verdad lo que se dice, que Dios está en los detalles. Que los detalles son síntomas. Pero también cierto que los detalles hay que saberlos leer. Y no es fácil, en el tejido cotidiano de lo inmediato, discernir lo gigantesco de la historia, del tiempo y del cosmos. Y cabe también, en plan realista, reclamar la inutilidad de una tal búsqueda proporcional: ¿de qué me sirve medir mis problemas de índole diaria y doméstica, con las dimensiones siderales de las galaxias o con la arqueología de lo viviente? Puede que sea cierto, tal vez más seguro, para muchos, atender sólo a lo inmanente y cercano.

Pero, para otros, es también un asunto más general de metodología de vida. Y aquí es donde nos aproximamos a un método de pensamiento que parece tener sentido en los conflictos políticos que nos encierran. La mayoría de los lectores de estas páginas son arquitectos. Saben entonces lo que es una escala, uno a cien, uno a diez, uno a mil… Si sólo hacemos una lectura del mundo que nos circunda y de los acontecimientos que en él nos afectan, en una escala uno a uno, nunca llegaremos a entender la realidad. Como exigía Carlos Raúl Villanueva: hay que regresar todo el tiempo a la escala uno a cinco mil

Esto va referido especialmente a quienes no sólo sienten, sino que se supone que piensan, o que piensan más. Por disposición profesional o por condiciones económicas, quienes tienen tiempo y necesidad o costumbre de reflexionar acerca de su vida, de sus proyectos y de lo que ocurre en el mundo, o en su país, antes de tomar decisiones, antes de ubicarse aquí o allá, deberían esforzarse por situar lo que ocurre en lo pequeño, dentro del marco del conjunto más grande. De la anécdota a la historia. Del ámbito minúsculo, del acontecimiento cercano, a la visión proporcional de lo ecuménico del contexto social y económico.

Comprenderán entonces como errores y defectos, faltas, equivocaciones, ambigüedades, decisiones problemáticas, miserias humanas -que son parte de la naturaleza de nuestro estadio de evolución social- hay que confrontarlas con los grandes trazos de la historia contemporánea, la que nos envuelve a todos en un gran cuadro de dramas y retos. Únicamente así se podrá entonces entender más claramente donde están las razones del progreso humano -el progreso hacia la emancipación y la solidaridad, y no el progreso entendido únicamente como incremento del PIB-. Únicamente así, por ejemplo, se podrá comprender, en términos de verdadera civilización, de auténtico progreso humanista, el valor trascendental de una empresa de gran política como es la que involucra la solución del hábitat para todos los habitantes de este país nuestro. Es de lamentar, pero el que no lo entienda así no se merece el nombre ni de arquitecto ni de intelectual.

Como decía el Maestro, para entender lo que está ocurriendo, es preciso regresar siempre a la escala uno a cinco mil.

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