Fallece LELÉ

Hospital Sarah Kubitschek. Río de Janeiro










kimi yuku ya               ya tú te vas
yanagi midori ni         serán verdes los sauces
michi nagashi             y largo el camino

Buson, poeta japonés (1716-1783)

Lelé (Joao Filgueiras Lima), el gran arquitecto brasileño, ha muerto. Con su muerte hemos perdido el consejo discreto y humilde, la orientación ejemplar, la enseñanza de realismo y de utilidad, de quien, en un largo recorrido de obras memorables, nos ha dado la muestra viviente de que es posible una arquitectura bien hecha, sólida y atrevida, de altísima calidad tecnológica y, a la vez, de altísima calidad formal. Sus hospitales, en especial, son una lección de arquitectura de vocación pública, en la cual la precisión funcional es contemporáneamente invención de espacios generosos y alegres para el bienestar y la salud y experimentación audaz de formas y técnicas constructivas. No olvidaremos su gran lección. 

Vista aérea del Hospital Sarah Kubitschek. Río de Janeiro


Premian a Fruto

Árbol para vivir, Lecherías,  estado Anzoátegui


Si no fuera por los soñadores
el mundo 
                 sería una basura
y caverna lóbrega nuestro lecho
Si no fuera por los soñadores 
¿qué sentido
                       tendría 
                                    todo esto?
Los búhos serían amos del día
Y los garrotes terminarían por escribir las únicas palabras.

Gustavo Pereira

El jurado de la IX, 2014, Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo, conformado por Francisco Aires Mateus (Portugal), Solano Benítez (Paraguay), Francisco Burgos y Ginés Garrido (España), Gerardo Caballero (Argentina) y Francisco Pardo (México), ha otorgado el premio internacional a Fruto Vivas.

Nuestro comentario solidario, de felicitaciones y de aplauso, mejor se expresa citando las mismas palabras de Fruto:

“La vivienda es un concepto humano, ecológico y biológico. La casa es un objeto físico y además es un buen negocio para quien hace los bloques, fabrica el asbesto o vende las estructuras.”

“Me decía un campesino en Calabozo que para hacer una vivienda que durara toda la vida , había que saber cortar la madera: cortarla en entrada de menguante, dejarla escurrir y no acostarla, una vez seca por dentro ahogarla en el río y después de ahogada, volverla a poner como estaba y secarla. Luego, haga usted una casa, para toda la vida.”

“Casas que pesan, que transfieren el calor y que no tienen ninguna respuesta cultural a nuestra manera de vivir.”

“Estamos obligados como profesionales a entender nuestro problema cultural, a insertarnos dentro de él. No se trata de hacer imitaciones. No se trata de imitar las casas coloniales, porque ellas en la época en que se hicieron eran ultramodernas. Nosotros tenemos que hacer, con nuestros materiales, con nuestro tempo, con nuestras situaciones, con nuestras dificultades, una vivienda adecuada que responda correctamente, como respondieron los maquiritares, los piaroas, los guaraúnos, al hacer una vivienda correcta y adecuada, una vivienda a escala de la dimensión del hombre, en armonía con ella.”

La Flor de Venezuela, Barquisimeto, estado Lara
“Si nosotros pudiéramos techar toda la ciudad de nuevo y llenarla de verde, podríamos sencillamente retomar la parte cultural más importante de nuestro ancestro histórico, que el patio colonial.”

“Los campesinos saben hacer la tapia pisada, el bahareque, cortar la madera, ristear la palma, amarrarla, coger el tipo de amarre que corresponde a un “mataburro”, como se llama al árbol que le permite dar el amarre al bahareque. Saben hacer todo esto magistralmente. En otras partes, la cultura del mangle, de la caña brava, de la torta y el cují, (que son las tres culturas de la arquitectura venezolana), nos permite crear tres tipos de viviendas de altísima calidad ambiental, absolutamente dada al reciclaje. Una casa guaraúna es hija de los manglares, como una casa guajira es hija de los manglares y el junco, convertido en colchón, en ventana, en techo. La casa andina es hija de la vera y la caña brava, la casa de la costa es hija del coco, del mangle y en las zonas áridas, la casa es hija del cují y del cardón.”

“Árboles para vivir. Vivir en unidad y armonía con la naturaleza. Una vivienda que en vez de helechos tenga tomates, donde las flores se puedan comer, comerse los jardines. Una vivienda en donde la brisa pase a través de las plantas antes de llegar a nosotros, como ha pasado siempre antes de llegar a la hamaca… que pase a través de unos geranios o a través de unos cundiamores. Entonces tenemos que retomar todo ese modelo cultural biológico que está a nuestro alcance, en un país tropical como es Venezuela.” 

“El discurso de la arquitectura como cultura es sumamente sencillo. Si nosotros en este Árbol para vivir estamos haciendo las casas en el suelo,…porque no vamos a hacer casas de cristal, vamos a hacer casas de romanilla, que es el invento más hermoso, que es un invento árabe. Las romanillas vienen de las zonas de máxima luz, son equivalentes a los tejidos que la gente hace con caña amarga en los corredores, o lo hace con matas vivas que las entrelaza para proteger, o que pone palmeras para dejar que el sol se transfigure y cree una cestería alrededor, o hace como lo guajiros, que ponen sus cestas arrollables y que hacen un fototropismo con la casa. A medida que el sol va cambiando, va desenrollando o enrollando las esteras. Si nosotros le damos esa oportunidad a la vivienda y le devolvemos las ventanas vegetales, las ventanas con plantas, las ventanas llenas del mundo biológico, las ventanas llenas de jazmineros, de cebolla y de ajo, evidentemente que estamos frente a una casa nueva, pero al mismo tiempo es una casa antigua, es la casa de nuestra infancia, y esa casa la guindamos, la ponemos a la altura que queremos y empezamos a juntar casas en el aire y en vez de hacer edificio para arribe los acostamos, y caminamos sobre corredores y los niños salen de esos apartamentos a correr sobre la otra terraza, atrás de un perro, de una gallina o de un canario que se salió, o lo que fuere, porque ya con los árboles, los pájaros van a venir y no hay que enjaularlos. Entonces cambia la dimensión humana de la vivienda y entonces se va a caminar por rampas y no por ascensores. Entonces la vida se va a establecer en el aire y se va a cambiar y a mutar totalmente y se va a crear lo más hermosos de la vivienda que es la comunicación, porque lo fundamental de la vivienda colectiva nos es el apartamento de lujo, ni es el ascensor, sino son los ¡buenos días, cómo está señora? páseme la pasiflorina, o ¡llámenme al doctor! o ¡denme un beso!” 

de: Fruto Vivas, Arquitectura como cultura, 1984, El perro y la rana 2013.



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