Lo verdaderamente esencial


 Carlos Raúl Villanueva, Plaza Cubierta UCV, Caracas, Venezuela.

La entrevista del arquitecto Severiano Porto -conocido desde hace tiempo por su extraordinaria capacidad de plantear y resolver los problemas que implica el construir en un territorio tan específico como el de la Amazonas- vuelve a abrir la discusión sobre un tema esencial. Un tema cada vez más importante. Tanto que perfectamente puede asumirse como EL TEMA. En efecto, para nuestros arquitectos y nuestra arquitectura, enfermos y enferma de imitación centralista, la pregunta de quiénes somos, sigue siendo fundamental. La tarea de reconocernos, de acometer el esfuerzo de identificarnos. De precisar, recortándolos, los caracteres que nos hacen, de algún modo, diferentes. Pero ya no con el viejo pretexto de hallar la forma de expresarnos formalmente. Para que las formas de nuestra arquitectura sugieran expresamente nuestras peculiaridades. No. Ya ahora (desde hace tiempo, en realidad) el asunto no es expresarnos. Sino de identificar los mecanismos a partir de los cuales o con los cuales podemos comprender lo necesario, lo imprescindible, lo que realmente define el ambiente en el cual vivimos y trabajamos: el ambiente natural, geográfico y climático, pero también el cultural e histórico.


Fruto Vivas, Club Táchira, Caracas, Venezuela. 

Nos hemos acostumbrado (y nos han acostumbrado) a vivir de prestado. Pedimos prestado de los otros, de quienes se han “desarrollado” (desangrando a medio mundo, incluyéndonos, con el artificio mortal de la colonización), las modalidades y modas, ademanes y dejos, para que los imitemos desde lo más íntimo, desde lo más automático y “espontáneo”. Ropa y arquitectura, ideales y ademanes formales de comportamiento, imágenes y niveles de vida, todo es imitación. Bien decía el prócer argentino, en su absurda ilusión progresista, que había que “imitar a la Francia, que de allí venía todo lo superior”.

Tomás Sanabria, Banco Central de Venezuela, Caracas, Venezuela,


Ese era Domingo Faustino Sarmiento. Pero Severiano Porto nos habla de otra cosa. Completamente opuesta. Que partamos de nuestro ambiente. Que pongamos al mismísimo comienzo de toda operación de diseño, humildemente, el ambiente. Que aprendamos de él. Y, claro está, Porto habla del ambiente Amazonas. Pero el mismo criterio se le aplica a cualquier otro. Partamos pues de lo más elemental: lo geográfico. Asumiendo ese aspecto como el primordial, con algo de reflexión y algo de sensibilidad, llegaremos a lo otro, más hondo, al ambiente cultural, al ambiente como herencia cultural, a lo artificial que como prótesis nos asegura la vida.


Jimmy Alcock, Casa Alcock I, Caracas, Venezuela.
Dirección de Edificiones Culturales, MPPC, Espacio Cultural Comunitario.


Para decirlo con sus palabras y para resumir un pensamiento que es simple y a la vez amalgama sabidurías de campesinos, rutinas de indios, historias de bachacos y escolopendras, flexibilidad del bambú y astucias de “caboclos” y “seringueiros”, relatos que acumulan diversidad pero que machacan un método que debería ser universal, el que permite adivinar cómo moverse, comer y dormir en un entorno físico determinado, oliendo sus brisas y escuchando, cuando sea el caso, crecer el bambú. Dice Severiano, entre otras cosas igualmente relevantes, en su conferencia del 9 de noviembre de 1984:

La idea de la casa, en un centro urbano de una cierta dimensión, siempre viene acompañada de las necesidades de ser duradera, permanente, garantía de futuro, de jubilación con dinero en el banco y joyas y no simplemente como un abrigo, una morada. En la Amazonía es distinto, allí los hombres subsisten porque poseen otros sentidos que en las ciudades parecen haberse perdido por atrofia. Quienes, a nosotros citadinos, nos parecían analfabetos e ignorantes, en la realidad geográfica de selvas y de ríos, asumían la dimensiones de gigantes, profundos conocedores de los secretos de cómo construir correctamente de acuerdo a las necesidades ecológicas y a los recursos técnicos. En las casas flotantes, en las orillas de los ríos, encontrábamos las soluciones más creativas para balcones, pasadizos, cenefas y celosías. Las casas pasaban por varias etapas, las primeras dejaban abiertas las condiciones para cambios, agregados y crecimiento: dominio absoluto del espacio en cual se vive. Preocupación constante; la ventilación cruzada, protección de sol en las fachadas con pérgolas, aleros y vegetación. Los materiales de construcción: los más adecuados y asequibles, especialmente la madera, para cuyo trabajo se posee una larga herencia, transmitida de generación en generación, de habilidad manual.

Severiano Porto, Universidad de Amazonas, Manaos, Brasil.

Esos conocimientos de gigantes, son el resultado de saberse de memoria el aire y el sonido, el sabor y el color del contexto físico en el cual uno vive. Como lo sabe Severiano, ése es el primer secreto para no patinar en la jalea de la imitación y para no terminar estrellándose en el fracaso de la mitología absurda de un progreso ajeno. Una vez más: la verdad metafórica de la teoría “gastronómica” de la arquitectura se revela irrestricta. Quien come mangos no hará arquitectura como quien come peras. Pero, como arquitectos, hemos vivido, culturalmente, de prestado. ¿Hasta cuándo seguiremos ignorándonos, oteando un horizonte inalcanzable y repudiando los milagros que nos rodean? Puede parecer cursi, pero las anchas avenidas de la imaginación todavía están abiertas para la creación.

Severiano Porto, Centro de Protección Ambiental, Manaos, Brasil.

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[1] Difundida recientemente en Facebook, archdaily.com.br/br/760193 Arquitetura de Morar/ Severiano Porto, 

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