Más sobre la Expo


La exposición "Latinoamérica en Construcción: Arquitectura 1955-1980", actualmente en el MoMA de Nueva York, ha sido interpretada por muchos como el gran evento que iba a fijar la atención del mundo de la arquitectura en lo que se ha hecho, y por lo tanto en lo que se está haciendo, en nuestros países. Y en parte es cierto: El MoMA funciona como un gran altoparlante para la cultura arquitectónica mundial. Pero de allí a considerar casi una desgracia o un agravio que alguna obra considerada importante, no esté allí expuesta, hay un trecho considerable: el del mecanismo de la subordinación casi automática al dominio y control del sistema cultural occidental. El MoMA es un poderoso aparato de conservación y de difusión internacional. De eso no hay duda. Pero no es, desde su altura de mass-media, el que va a fijar para la historia nuestros valores reales. Será la capacidad de análisis crítico de nuestros historiadores, insertada en el estudio académico, lo que en definitiva va a establecer los parámetros con los cuales se va a apreciar la calidad e importancia de lo que hicimos y hacemos.

Ciertamente no será una exposición en el MoMA lo que nos pierde o nos consagra. Así que es recomendable que, en lugar de lamentarse por las supuestas exclusiones (es imposible, de paso, pensar siquiera que TODAS las obras y los autores de cada país estén representados) los deudores de los excluidos se dediquen a escribir, comentar, investigar y difundir críticamente su visión de las cosas. Hay un gran espacio que llenar. Y también una buena ocasión para construir nuestra historia, aunque aparezca, por el momento, tan sólo como crónica. 

Y si de crónica hablamos, detengámonos por un momento en algunos aspectos de la museografía de la citada exposición. Con ellos podemos aprender algunas cosas. El caso, ya citado de las maquetas. Presentadas a una excelente escala (1:50), pero con un solo color (gris), o algunas en madera aparentemente sólida, se convierten por sí solas no ya en un instrumento de comprensión de las obras, sino en objetos completamente autónomos apreciables solo como tales, como objetos de calidad artística. Tal vez con ello se gane algo en ampliar el campo del goce estético, pero es mucho lo que se pierde en comprensión crítica de la arquitectura como importante fenómeno humano, porque inclusive cuando sea clara, para el público, la relación entre maqueta y obra, la tendencia inevitable es a ver a esta también como un objeto medible únicamente por sus aspectos exteriores, como una gran escultura. Que es también un daño que se le hace a la arquitectura, que es muchísimo más que un objeto escultórico.


Un segundo aspecto sobre el cual vale la pena detenerse. Es el problema de como presentar una obra de arquitectura en un museo. Indiscutible el valor del documento en la interacción con el observador. Es como cuando uno ve, por ejemplo, un dibujo original de Miguel Ángel. Es la emoción del contacto directo con el original, con la mano que lo ha dibujado, a través del tiempo. Pero eso, tan íntimo y personal que sea, no sustituye la necesidad de ubicar la obra de arquitectura en su contexto. Que, como tal, implica un número casi infinito de elementos participantes y condicionantes. Un número que por lo tanto, exige ser sintetizado. Que debe ser reducido a lo esencial, pero que aun así constituye una documentación referencial considerable, difícil de aportar en los espacios y en los tiempos de un museo.

Es este un problema museográfico de capital importancia, que no ha sido asumido con el peso que realmente tiene. El asunto tiene una relevancia para toda la rutina museográfica de cualquier museo, porque un objetivo fundamental, al lado de la conservación, es la educación. Pero en el caso de la arquitectura tiene una relevancia aún mayor. Y eso aún no ha sido resuelto. Muchísimo menos en esta expo de arquitectura latinoamericana en el MOMA, porque una exposición no es una mera colección de documentos, por más ilustres, hermosos y extraordinarios que ellos sean.



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