La gran enseñanza de una arquitecta



Encomiable faena la que ha emprendido el arquitecto Henry Vicente. Casi todos los días publica en Facebook una referencia biográfica de alguna arquitecta (ojo, femenino de arquitecto, por si se nos olvidó, así como, jueza, profesora, decana, ingeniera, presidenta, etc.) cuyo nombre y obra, generalmente ha desaparecido de la circulación de la información profesional que, como se sabe, privilegia nombre y obra de arquitectos varones. Faena encomiable porque atiende a la gigantesca tarea -tarea de civilización, luego de tantos siglos de “hominización”- que le corresponde todavía a la especie humana: la de equiparar en todos los sentidos las “dos mitades del mundo”.

Dentro de la larga y sorprendente lista de nombres de arquitectas, desconocidas o reaparecidas y, a veces, ratificadas en su importancia particular, pero opacadas por el brillo de sus maridos, compañeros o simplemente colaboradores, hay uno que quisiéramos contribuir a destacar. Nos referimos a Renée Gailhoustet (pr. aprox.: guelusté), arquitecta francesa nacida en el 1929 y que todavía está viviendo sus hermosos ochenta y siete años. En la nota colocada por Vicente en Facebook se dice textualmente: “Su gran aporte a la arquitectura y al urbanismo de los años sesenta estuvo en la promulgación del (principio) de la diversidad de usos, rechazando explícitamente el de la separación de funciones reinantes en los grandes conjuntos habitacionales de la época”. Ese rechazo se tradujo admirablemente en obras concretas, algunas de ellas realizadas con su compañero, el extraordinario arquitecto Jean Renaudie, de quién, por cierto, varias veces hemos hablado en estas crónicas.

“Separación de funciones reinante en los conjuntos habitacionales de la época”. ¿Sólo de la época? Hay que admitir que, si bien el clásico principio modernista de separación de funciones es rechazado en teoría por el urbanismo contemporáneo, sin embargo en la mayor parte de los casos, todavía hoy no se lleva a cabo en la práctica. Y se trata de un rechazo que se fue confirmando en la medida en que las experiencias modernas de conjuntos de viviendas populares se demostraron deficientes bajo el perfil, justamente, de la excesiva y rígida separación de funciones que no contribuye a fortalecer los lazos y relaciones de vida de la ciudadanía. Fueron los pasos del rechazo del caos o de la monumentalidad hueca del siglo XIX a la programación racional y funcional de la modernidad, y de ésta al reconocimiento de la enorme importancia del respeto por la multiplicidad de conexiones y correspondencias (incluyendo las contradicciones) de la vida urbana.

En los proyectos diseñados, auspiciados o elaborados en colaboración, por Renée Gailhoustet, como muy bien dice la referencia de Vicente,”se defendió una vivienda colectiva de interés social que apuesta por hacer ciudad mediante la diversidad tipológica y de equipamientos, servicios comunes, espacios públicos y comercios, una planificación de usos mixtos que favoreciera los encuentros, los intercambios y el bienestar. Su arquitectura se caracterizó por la construcción aterrazada, las plantas bajas destinadas a comercios, las viviendas en dúplex con tratamientos de medios niveles, grandes aperturas y ocupación de las azoteas, terrazas jardín” y espacios no convencionales determinados por el uso inteligente de la prefabricación y de los recursos del concreto armado.

Haber afirmado, realizado o contribuido a realizar un programa socio-arquitectónico, de tanta sensatez urbana, a contracorriente de lo que prevalecía en los años 60-70 (y todavía hoy), constituye un logro de enormes enseñanzas, y un ejemplo tangible, visitable, constatable, de las virtudes humanistas y bienhechoras que coinciden para todos cuando se enaltece el entramado de la vida ciudadana.

Toda nuestra admiración por su obra, así como por el talento de Jean Renaudie que con ella trabajó y con ella tuvo dos hijos y un intenso matrimonio. Quienes hoy están trabajando en vivienda colectiva, le deben un vehemente reconocimiento. Estamos todos en deuda con ella; preguntémonos: lo que se está haciendo, desde nuestra voluntad política, nuestra tecnología y nuestra libertad de diseño, ¿es digno de su enseñanza?



La Cité des Etoiles, conjunto de viviendas construido, junto a Jean Renaudie en Givors, Francia entre 1974 y 1981





Comentarios

Unknown ha dicho que…
Estimado profesor Posani, agradezco la mención que ha hecho del apoyo que brindo a la página "Un día / Una arquitecta". Considero que es un proyecto relevante y que significa un aporte historiográfico, por lo que aprecio la reverberación que ha tenido en su escrito. Obviamente, mi labor se limita a eso, a apoyar una idea encomiable, pero el mérito estriba en el equipo que produce las biografías, así como en el fin que se ha propuesto el proyecto. Anoto el mismo: "Nuestro objetivo es visibilizar el aporte de las arquitectas en diferentes facetas: proyecto arquitectónico, urbano y paisajístico, tecnología, curaduría y publicaciones, producción artística, política, gestión del hábitat social, teoría y enseñanza. Somos un grupo que a partir de charlas y actividades previas realizadas en conjunto decidimos largarnos con este desafío. Al principio éramos pocas, pero finalmente el equipo está formado por: Lorena Fernández, Cecilia Kesman, Florencia Marciani, Cayetana Mercé, Inés Moisset, Gueni Ojeda (Argentina), Sandra Gutiérrez Poizat, Sofía Rivera (El Salvador), Eva Alvarez, Zaida Muxí, Inés Novella, Joaquim Quixal (España), Cristina Dreifuss (Perú) y Daniela Arias (Uruguay-España). El grupo se completa con invitados especiales que se encargarán de entradas puntuales."
Aprovecho para saludar la iniciativa del Musarq denominada "Diálogos".
Reciba un saludo cordial,
Henry Vicente

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