¿Un mundo limpio y hermoso?


¿Algún día será China modelo de limpieza y hermosura?


Xi Jinping, presidente de la República de China y máximo dirigente del Partido Comunista de China, ha llamado a todos los países del planeta a esforzarse por lograr un mundo “limpio y hermoso”.

Primera vez en la historia de la humanidad que se plantea. desde el poder, una tarea con estas características tan precisas, tan civilizadas y tan, a la vez, tan globales. No solo será China “abierta e inclusiva, hermosa y limpia”. Todo el mundo, ha insistido Xi Jinping, debe alcanzar un grado de desarrollo pacífico que implique armonía con la naturaleza y máxima atención al problema del cambio climático. Un mundo “limpio y hermoso”.

Estas dos palabras no son frecuentes en el discurso del poder. Y en boca de Xi resuenan con todo el peso del cambio tan gigantesco, en términos de bienestar y progreso, como ha ocurrido en China, para cientos de millones de hombres, desde el momento, hay que reconocerlo, en que se les dio permiso a todo el mundo para que se hiciera rico, a como diera lugar y en el menor tiempo posible.

Y si así lo deciden, no hay dudas de que China va a ser limpia y hermosa, modelo para el mundo. Por lo menos ésta es la firme intención de la nueva dirigencia política. No se trata de asuntos menores. Las evidentes aspiraciones de China de liderar un nuevo imperio mundial, con nuevos métodos basados sobre todo en el comercio y la economía competitiva (sin descuidar las armas, la ciencia y la tecnología), se arropan ahora, con la doctrina Xi, con las directrices de una política concreta.

Y no va a ser posible, para China, alcanzar el dominio mundial, simbolizado en lo del siglo XXI chino que viene a seguir al siglo XX norteamericano, sin iniciativas como la ”nueva ruta de la seda” y una pareja ideología del asombro y de la cantidad. Pero ahora el PC chino y Xi Jinping le agregan una clave sensacional, si tomamos en serio sus declaraciones: un mundo en el cual predominen la limpieza y la hermosura. Este cultivo, en especial, de la hermosura, como deber moral, como exigencia civilizatoria. como exigencia de salud pública, pasa a ser una dimensión política absolutamente novedosa. Casi una propuesta pintada por Botticelli, casi una idea de lo mejor de los clásicos del Renacimiento que renace en una tierra inmortal y profunda como la China.

Cuesta creerlo, pues la historia del mundo, antigua y reciente nos enseña cosas bien distintas y más bien terroríficas. En ella ha prevalecido hasta ahora la imbecilidad criminal. Confirmaba Alberto Einstein “dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo, (y no estoy seguro de lo segundo)”. Se intenta y se fracasa, se promete y se traiciona. De buenas intenciones está bien pavimentado el infierno. Todo parece estar en contra y oponerse con la fuerza de una realidad perversa, a que pueda realizarse lo que Xi propone, con su mirada de ejecutivo sagaz y su sonrisa a lo “mona lisa”. Las mismas luchas internas en la cúpula china, y mucho más la agresiva competencia militarista internacional parecen negar caminos de rosas para esta humanidad de cretinos en que el mercado, los medios y los políticos intentan convertirnos.


Pues bien, asumamos que, en cambio, esta idea china de convertir al mundo en un jardín de alegrías, va en serio. Que un país, un gobierno, un partido, se propongan tamaña tarea es algo que parece insólito, espectacular, admirable. Pero, ¿quién quita que no tengan éxito? Tomemos notas. Hay que estar vigilantes. Ciertamente muy precavidos pero no implacablemente pesimistas. Es un hecho que el pesimismo también cansa y al mundo le corresponde el derecho al reposo de los justos (o a quienes pretenden serlo).

¿Seguirán sucias y feas nuestras ciudades?

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